Por : Eva Varona.
En el 2009 escribí una columna que
se titula: “Las mujeres que cambiaron mi vida” en ella comparto con ustedes
algunas enseñanzas de las tres mujeres más importantes que formaron a ésta
mujer que les escribe ahora; la escritora, la lectora, la artista, la ama de
casa, la mujer de carácter, la de retos, la de tolerancia, la graciosa, la
berrinchuda, la enamorada, la explosiva, la tierna, la loca, la cuerda, la
varonita…es parte del legado de estas mujeres.
Hoy 5 años después estas tres
mujeres ya han fallecido.
La última de estas guerreras que
seguía a nuestro lado, mi abuelita Eva falleció este martes 12 de agosto.
Ahora sentada escribiendo estas
palabras que de alguna manera harán un pequeño homenaje de ella; me alegro de haber escrito aquella columna en
2009, pues al siguiente año mi abuelita Bertha habría fallecido y ahora 4 años
más tarde Doña Eva también .
Mi madre fue la primera, tenía 12
años y mucho que aprender de la vida.
Los que fuimos criados, educados
por l@s abuelit@s tendemos a ver la vida de otra manera; al morir mi madre mis
abuelitas ayudaron en nuestra crianza, pues al igual que yo, tres hermanos más
chicos y uno mayor, quedaron a la deriva de un momento muy difícil en nuestra
vidas.
De mi abuelita Eva aprendí muchas
cosas, “que toda mujer debe aprender para disponer de un buen hogar” decía;
tenía 12 años y no entendía que el simple hecho de saber cocinar, lavar y
planchar, no formaban parte de una novela barata, sino que en estas tareas
cotidianas se encuentra una valiosa disciplina en nuestras vidas que tarde o
temprano hacen falta.
Mujer de carácter, fuerte
temperamento pero de humildad extensa, fuerte coraza por fuera por dentro pero
muy dentro… una chillona (como lo soy yo).
La primera vez que nos contó su
historia de vida, no comprendía lo difícil que pudo ser para ella esos
momentos; “me robaron a los 13 años , después tuve a tu papá y años más tarde
mataron a David (mi abuelo)”.
Expectantes mi hermana y yo de
aquella historia bizarra pero real, le preguntábamos asustadas ¿Y por qué lo
mataron abuelita?...
Nosotras esperábamos que soltara en
llanto cual drama telenovelero… pero no.
Solo ladeaba la cabeza y con esa
mueca que siempre recuerdo porque usaba para demostrar un “así es la vida” nos
contestaba:
“Por cusco”
y después miraba a lo lejos… esa
mirada que solo te dan los años y la resignación.
Siempre hemos sido una familia
pequeña, tanto mi padre como mi madre fueron hijos únicos; mi abuelita Eva
nació en Zaragoza Puebla.
“Mi padre fue maquinista” nos decía
, “Así que siempre llegaba con los pantalones ¡bien chorreados¡” nos contaba
cuando aprendimos a lavar… a mano claro, el tip es dejar al sol un rato la ropa
con jabón para que afloje la mugre y golpear los pantalones sobre el lavadero y
tallar.. tallar y tallar.
Aún recuerdo las ampollas que me
dejaron esas enseñanzas, claro, para ella no había un cómodo lavadero y agua
que cae al abrir la llave; en las montañas de la sierra donde nació, el agua cortaba del frío porque bajaba de la
montaña y su lavadero era la mejor piedra que pudo encontrar; para mi eran las
8 de la mañana, para ella las 5 si bien le va.
Tuvo muchas hermanas y ningún
hermano; puedo imaginar el estigma tan grande que pesaba sobre ellas siendo
mujeres y en aquellos años “solo servían para atender al marido y tener hijos”
“Estudien mucho” nos decía “porque
esa es la única herencia que les dará la vida”
y así fue y así será siempre; mi
abuelita sabía que la importancia de saber leer y escribir marcaba un parámetro
importante en la vida, pero no todo, la voluntad de salir adelante por la necesidad obligó a mi
abuelita muy jovencita y con un hijo y sin saber leer y escribir, abrirse camino trabajando en varios sindicatos
en los hoteles de Xalapa, de camarera, trasteadora, cocinera…
¿Y cómo le hacías sino sabías leer
ni escribir? Preguntábamos de chiquillas.
“Pues le preguntaba al mesero o a
la cocinera que me dijeran que era lo que pedían… pero a veces no me decían
eran bien cabronas”
La comida… algo que ella sabía
hacer muy bien y que claro, debía formar parte de nuestras enseñanzas.
Aún recuerdo que quemé algunos
frijoles… pero nada de olla expres, en olla de barro para que salgan buenos;
agua, una cucharada de manteca, cebolla , sal y si se gusta epazote; se debe
poner un litro de agua a lado de la olla de frijoles porque se le tiene que ir
poniendo cuando rompan el hervor.
Mi abuelita adoraba sus ollas de
barro y sus jarritos también; recuerdo también que me enseño a hacer café de
olla; tenía un jarrito de litro ¡que adoraba! en la que cada mañana hacía su
café porque… todo podía pasar pero doña Eva siempre debía comenzar el día
tomando su café con una pieza de pan.
Cierto día sin querer y dentro de
mi ignorancia, quise lavar la olla que estaba caliente, muy caliente, claro que
al contacto con el agua fría se agrietó y goteaba.
Cuando vio que estaba agrietada yo
iba de escondidas para que no se diera cuenta que había sido yo la culpable, de
pronto de reojo me alcanzó a ver y pumm! El jarrito salió volando unos 5 metros
hacia mi y me lo rompió en los pies.
“¡Ya no sirve!” me gritó.
Mujer temperamental.
Claro que años más tardes ya
grandes mi hermana y yo recordamos aquella anécdota con mucha risa.
Y así aprendimos también el fino
arte de bordar servilletas para guardar las tortillas calientitas; las
tortillas… esas fueron nuestra prueba de fuego, pues al ser superada siempre
decía “ahora si ya te puedes casar” .
Y aunque ustedes no lo crean mi
hermana y yo superamos aquella prueba que siempre la hemos considerado un gran logro
culinario.
Salsa de molcajete con tomates
combinados, siempre cilantro sino no sabe, asados al comal y moliendo el ajo primero.
Una humeante sopa de fideo con
menudencias de pollo.
La comida… exquisita tradición
mexicana que siempre llevó en su cuna poblana y que nos heredó.
La devoción …
Mi abuelita tenía una devoción muy
grande por sacar adelante a su hijo, no por ello lo hizo un inútil haciéndole
todo, desde niño le enseñó a valerse por sí solo; nos contaba de vez en cuando que tuvo una
niña, pero que se le murió.
Así que siendo su hijo único, tuvo
como objetivo de vida sacarlo adelante para hacer de él un hombre de bien.
El valor del trabajo duro también
fue algo que le inculcó a mi padre desde niño; por eso tanto ella como él,
siempre fueron personas activas y no pueden estar sin hacer nada…
Las devociones de mi abuelita
también eran hacia dios, al que temía y que le rezaba.
“Tú abuelita tiene muchas fe en
dios” me decía la muchacha que la cuidaba en ultimas fechas.
Y efectivamente dios pudo haber
sido su único consuelo en muchos momentos de su vida; en las que se enfrentó
sola con mi padre, en la que fue discriminada, en la que tuvo que cuidar a sus
nietos cuando muy joven murió su nuera, en sus dolencias y padecimientos.
Recuerdo que cada navidad al
acostar el niño dios, lo besaba con gran cariño y devoción; comprendí tal vez,
solo un poco el amor de una madre.
El sentido del humor… vaya que mi
abuelita tenía un sentido del humor muy especial, podía tener su carácter, pero
cuando soltaba una carcajada ponía a todos a reír.
Hasta la lagrimita nos sacaba de la
risa.
Estas anécdotas de su buen humor me
las reservo… pues me harán mucha falta cuando la recuerde y quiera reír con
ella como lo hacíamos antes.
La voluntad de mi abuelita siempre
fue muy grande, se quejaba de sus padecimientos, pero cuando la revisaba un
médico le decía que estaba bien.
Siempre fue una mujer con mucha
vitalidad, pero a veces la voluntad y el físico no se ponen de acuerdo; fue muy
difícil verla envejecer más y más.
Los últimos años y víctima de una
artritis severa en sus rodillas, usaba silla de ruedas.
Y aún en esa silla siempre quiso
ser útil y no una “carga” como ella decía.
Cuando era niña no me gustaba que
me llamaran Eva; lo sentía muy de señora, años más tarde y viendo a mi viejita
acabada por el tiempo, por los tantos sacrificios, lo que tuvo que dejar para
ayudar a nuestra crianza, sentada con la mirada fija al horizonte todavía con
algo de temperamento, me siento enormemente orgullosa de llamarme como ella.
El diagnóstico era inminente; el
corazón de mi abuelita había crecido demasiado, mi abuelita había dado tanto en
la vida, tanto amor por su hijo y sus nietos, tanto amor hacia las personas que
convivieron con ella, había llenado su corazón de toda una vida…que su capacidad
había llegado al extremo; el corazón creció a un limité que su sistema no
soportó.
Su voluntad nos regaló todavía algunos
días, en los que tuvimos la oportunidad de agradecerle todo lo que hizo por
nosotros.
Al calor de su mano le di las
gracias por una vida entregada, por sus enseñanzas, por los momentos malos y
buenos, por las anécdotas, por las historias, por las lecciones de humildad y
voluntad, tú no fuiste mi abuelita, fuiste mi madre…Gracias abuelita por dejarme
ser EVA.
Y así han partido las tres grandes
mujeres que han sido parte fundamental de mi formación.
Me miro al espejo y veo todo de
ellas con orgullo; miro a mi hermana y le digo que no debemos olvidar que ella
y yo somos y seremos siempre…el legado de tres grandes mujeres.
PD: Quiero agradecer las muestras
de cariño que han tenido para mi y mi familia en estos momentos. Gracias
totales
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