¿Cómo algo tan trivial y cotidiano como una salsa puede convertirse en el recuerdo más preciado?
Debe ser que nuestra energía se transporta en todas las cosas que hacemos con nuestras propias manos; aquellos pensamientos y sentimientos se quedan impregnados para convertirse en una amada herencia.
ASÍ es como recuerdo a mi abuelita Eva; a sabor de sopa de fideo y frijoles de olla, a olor a cilantro y ajo molidos en un molcajete.
Permítanme mis queridos amigos, compartir dos recetas que no sólo son herencia de mi querida abuelita; son los recuerdos de una mujer de carácter forjada en el fogón del rancho, de la sierra de Puebla; donde a base de ésta salsa maravillosa, tortillas y quelites, crió a un hijo que ahora la recuerda también, con cariño y devoción cada vez que prueba estas sencillísimas recetas.
El olor es inigualable... esa es, creo yo, la clave para tocar el alma que se alimenta de deliciosos recuerdos.
¡BUEN PROVECHO!
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