Pero ahora, el panorama pinta diferente, su gente, su cultura, sus pueblos mágicos, su gastronomía y más, nos reciben con los brazos abiertos.
Un aire de gran espiritualidad se respira entre su gente; y el secreto se refugia en los imponentes templos dedicados a la veneración de su fe católica.
Entre los rayos del sol que entran en los multicolores vitrales religiosos, bañan delicadamente las cabezas de decenas de personas que, con los ojos cerrados y las palmas juntas, guardan celosamente y en silencio, sus deseos y anhelos.
La vista apenas alcanza para ver los altares y decorados barrocos del Templo Santo Domingo; desde la entrada los garigoleados adornos invaden los techos que se abren poco a poco hasta alcanzar los casi 10 metros de alto.
Pero los techos palidecen ante los atrios que brillan ante el sol del ocaso; "Todo lo que se ve que brilla es oro" dice un guía, que se pierde entre el barroquismo y las bancas; todo tiene laminado en oro de 23 quilates.
Simplemente increíble...
Y sin embargo, al estar en ese lugar, el oro resulta no ser el protagonista; Ya que lo que un pueblo puede ofrecer ante su fe es de un valor incalculado.
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